Yo soy Betty la Fea. Entré a esta oficina con mis mallas largas, suéteres hasta el cuello. Lentes de fondo de botella. braquets. Tímida y retraida, pero potencialmente triunfadora. Bajo mi disfraz de la tontina nerd, se descubrió una fiera que muerde. Que gana premios y suma talentos. Con manos de pulpo va agarrando cuentas nuevas y proyectos varios. Éxito tras éxito. Aquellos logros potenciales me enviaron a la oficina del rincón. La oficina dentro de la bodega. Tras las cajas empolvadas sin ventanas ni vista hacia a fuera. Tras la pared fría y oscura las mañanas se volvieron largos días sin noche en el polo norte. Sin señal en el teléfono móvil. Con la mejor computadora y las mejores ideas en el cajón. Cuando estoy solo saco los aretes de frases célebres. Pero sigo guardada en el cajón. Yo soy Betty la Fea.
Cuando la peliteñida se dio cuenta, en su primitiva conciencia lo único que pudo hacer fue hacerme la vida imposible. Ella con su par de tetas y su nula inteligencia nunca pudo contra mi. Y lo único que le quedó fue poner a Don Fernando en mi contra.
Cuando la verdad se impone la mentira pasa. Y cuando Betty decidió invocar a la verdad, esta no deslumbro a todos. Tampoco les iluminó. La verdad, aunque universal es para quien la sepa ver. Para quien esté listo. La verdad es el traje nuevo del emperador. Para quien tenga su conciencia plena, limpia. Sólo algunos la pueden ver.
Y tras las gafas y los braquets hay un alma que vive plena y que vuela libre. Que tiene un mundo por andar. Que no le asusta el porvenir. Que recibe la vida con todo lo bueno que le da. Lo malo, lo negativo, lo que no alimenta ni hace crecer no se guarda, se va. Se va porque vuelas como el viento. Porque contemplas una bolsa blanca de papel tras una pared roja. Porque la cajita tras la pared guarda secretos y abre nuevas puertas.
Porque aun cuando el mundo se resista tenemos que dejar que se vaya y crecer. Fluir en el rio babel. Más que fluir.