Nunca me costó trabajo pensarlo, nunca es tarde para decirlo: Creo que soy yo ese de quien hablas. Ese del que no recuerdas el nombre cuando lo penetras en medio de una noche solitaria. En esa ciudad abandonada por el amor. Soy ese que no es tu pareja formal. Ese que aparece en páginas ocultas, bizarras, clandestinas. Ese que aparece en medio de tu oficina a deshoras. Cuando brota calor entre tus piernas. Ese a quien no llamas para despedirte cuando te vas a vivir a Durhëim, por tres años. Ese que te piensa y no te llora. Ese que te visita en tu fiesta de despedida para recibir una bofetada con la frase: no tienes que dar explicaciones.
Noticias desde el infierno: sí tengo que darlas. Al menos para mi. Para entenderte en mi vida. Para entender que te vas y que mas bien nunca has estado en ella. Para entender que tus besos son de otro en la cama.
Escena 5: Ernesto toma la videograbadora, está desnudo mientras toca su miembro erecto con la mano derecha. Tu estas encima de mi, sobre la cama, ambos desnudos igual. Ernesto nos observa. Yo lo miro desde lejos y no encuentro el sentido de tu postura ni el de la situacion. El cuerpo me duele, no puedo relajarme, no afloja, no entrego. Lo miro a él para demostrarle que aunque sea un testigo voyerista, yo te tengo dentro. Y el espejo enfrente refleja la miseria de tu relación. Difusa imagen loveless. Si se ha de tardar que tarde. Pero que se quede para siempre.
Escena 6: Soy el corazón herido de Pedro. Perdon por llevarte a KFC en lo que sería una segunda cita romántica. Lo doloroso de rechazar es ser empático. Que patético debio ser para ti escucharme hablar sobre mis problemas en la oficina. Y mas triste ir a un funeral despues.
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Hace 9 años.
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