19 feb 2008

Juan sin miedo

Locker abierto. Llaves desaparecidas. Búsqueda frenética. Una clase de yoga recién terminada. Emociones revueltas, calor en el cuerpo, sudor. Secreción hormonal, sensación de contento. Salgo y pregunto. Salgo y no están. Pero el auto sigue ahí. Inmóvil, congelado, en pausa. Como el corazón, como los sentimientos. Y entonces no hay más que hacer. Puedo esperar, o puedo regresar. 11 pm. Nadie podrá abrirme el coche hasta la mañana siguiente.

Y así en silencio y con el corazón expuesto comencé a caminar por el centro de Coyoacán, pueblo fantasma nocturno. Destellos de vida a lo lejos, momentos de luz. Sigo pensando en la misteriosa desaparición de las llaves sin respuesta.

Quién eres sin tu auto, cartera, celular, dinero, identificación. Solo un mat en la espalda, tus zapatos y pantalon, tu pants y playera en las manos. La noche estrellada, hermosa luna. Cielo oscuro nítido. Caminas por las sombras y las luces se mueven pero vas en contra sentido mientras intentas recuperar el sentido.

Y qué si te encontraran muerto. Serías Juan sin nombre. Juan Pérez. John Doe. Y qué tal si alguien te gastara una broma. Que tal si tu compañerito de clase, ese del que no tienes idea del nombre. Ese que te encanta mirar mientras se cambia. Ese que practica la clase sin playera. Ese que te sonríe indiscretamente y que cuando hacen la postura del cadáver se acuesta junto a ti y sus brazos se tocan, dejando fluir la perfección del momento. Conectandose por ese pequeño vinculo en el que sus brazos apenas se rozan.

Él que no usa calzones. El hippie. Él que parece no haber tomado ducha. Ese que tiene un olor intenso, de feromonas. Él que es dócil, elegante delicado. Ese que has podido oler de cerca en el esfuerzo de la clase. Ese que te ha tocado con distancia, esa energía que has vibrado y que te ha puesto la piel de gallina.

Que cuando esta por acabar la clase y se le ocurre acostarse junto a ti y dejar su cuerpo caer pesado y que sin querer toca tu brazo con su antebrazo. y que hace que tu sangre corra más rápido y fluya y llene todas las cavidades erectiles de tu cuerpo. Y cuando sientes entre las piernas que te empiezas a poner duro tu espalda se relaja mas y tus brazos tambien y tus ojos y pies y lengua. Casi flotas y tu mente está penetrando en la de él. Y la espiral sube y tu miembro erecto, erguido, duro quiere escapar de tus pantalones y todo lo crea ese sutil, hinótico e inocente contacto entre sus brazos. solo es un centímetro y tu crees que es la vida.

Y nada te da miedo y dejas que tu corazón se acelere y que tu sangre corra y se convierta en semen y te volteas junto a él. Dejas de oir al instructor que canta un mantra. Te colocas sobre él y le dices con pensamientos que te penetre. Comienzas a lamerle el pelo de la barba, la frente llena de sudor. Subes por las orejas, las lames le quitas la playera lames su axila y hueles y él te huele.

y le quitas el pantalon, el te quita el tuyo te mete mano. Te lame la espalda. Al rededor todos duermen mientras la instructora canta con ojos cerrados. Y en el lugar no hay frio porque estamos cubiertos por un aura de calor. Y te lame las heridas. Y los rincones del cuerpo, baja por tu espalda, te lame las rendijas, las articulaciones, las piernas. Las ingles las nalgas. Te abre, te mete la mano, la lengua, se interna en tu laberinto. Lo observa lo huele, lo toca, lo reconoce. Le quitas el pantalon, lo hueles, lo tocas, lo reconoces.

Mientras quieres ser espiritual y regresar al mantra y meditar, tu cuerpo solo flota encima de él y tu miembro está erecto. Tu brazo sigue tocando el suyo deja de tocar y desaparecerá el encanto.

No serías nadie. No tendrías nombre y no tendrías miedo.

Y en el momento en que te sientas pleno, el momento en que te descubras en contento, el momento en que te sientas más duro. Ahí despertaras porque puede que los demás te miren. Y te saldras corriendo sin terminar la clase.

O lo miraras fijamente, le haras que abra los ojos y te mire y despues lo invitas a tu coche, para empañarlo por dentro. Para que te voltee y tu cara casi muerda la alfombra del asiento trasero reclinado, o la ventana, o el techo. O tus pies en el techo o tus brazos como alas a través de los asientos delanteros y tu culo abierto con su miembro duro entrando una y otra vez. Y la luna te transportaría a un rincón oscuro de la roma, aunque sigas sin encontrar tus llaves en Coyoacán. Y jugaras a ser Rose mientras él te pinta en la ventana como si fuera jack. Y luego acaban en el extasis con sus manos en la ventana despintando la humedad que empañó el interior. Y juegan al Titanic y se rien mientras nada se hunde pero todo se mueve. Y te da frió y calor.

Y vuelves a recordar que no eres nadie en medio de la calle vacía, sin nombre, sin identificacion, sin llaves, y pierdes el miedo porque nunca has estado más solo, ni lo estarás. Y eso te devuelve el contento y la libertad y el condicionamiento. No eres tu, no eres nadie. Eres juan, sin miedo.

4 comentarios:

Muegano. dijo...

Hmmm, qué lindo amigo! Me recordó esa canción de Kula Shaker: 'Oh I was told by a knight of the sun, that wisdom could make people free. Be content in your questions but may I just mention we're only a drop in the sea'.... ;)

sIRNe dijo...

de todos modos... juan te llamas

el juntacadáveres dijo...

ooh... lindo!!!

aunque también mucho para corregir, pero la esencia es lo chido, y esa me encanto...

saludos

gracias por el comment...

Enrique Goded. dijo...

Muy bueno ser Juan sin miedo, sin nombre, sin identificaciones ni recuerdos (quizá eso es lo mejor de todo), sólo el recuerdo de la fantasía provocada por un sutil contacto con la piel del otro...

El jueves había una luna hersoma, un día antes hubo un eclipse que la hizo desaparecer por unos breves instantes, como desaparecieron tus llaves...

Saludos